Un impacto inmediato sobre la vida cotidiana
Las sanciones impedían la compra de cualquier producto susceptible de uso militar (de «doble uso»), de tal manera que no entraba en el país pieza alguna de recambio o productos básicos de consumo. La vida cotidiana se hizo extremadamente difícil. Al comparar los informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de la primera década de sanciones, puede apreciarse que de 1990 a 1999 Iraq pasa de situarse en la franja de los países de desarrollo medio a estar en el puesto 42 de los 77 países más pobres del mundo, y ello pese a que Iraq albergaba las segundas reservas petrolíferas del planeta.
Las estimaciones de pérdidas en el PIB durante los primeros cinco años de sanciones (de 1990 a 1995) eran de 166,6 mil millones de dólares en el sector no petrolífero y 98,7 mil millones en el petrolífero. La inflación alcanzó los cuatros dígitos.
La renta per cápita de Iraq era en 1989 de 3.508 dólares. En los primeros años de nuevo siglo XXI, el programa humanitario de NNUU (denominado «petróleo por alimentos», vigente desde enero de 1997) concedía a cada iraquí 252 dólares al año, según cálculo del entonces coordinador humanitario de NNUU en Bagdad, Hans von Sponeck, quien presentó la dimisión de su cargo en febrero de 2000 en protesta por la prolongación de las sanciones y su impacto sobre la población iraquí.