Un enfoque de salud que abarca la totalidad del ciclo vital: indicadores para su evaluación

Un enfoque de salud que abarca la totalidad del ciclo vital: indicadores para su evaluación
La figura resume los indicadores sobre el estado biológico y la salud a lo largo de la vida, mayoritariamente incluidos el ODS-3 de Salud. La investigación sobre el ciclo vital con perspectiva bioantropológica utiliza ese conjunto de indicadores, tanto en muestras poblacionales como nacionales. Fuente: OMS y UNICEF. Peor indicador: amarillo; mejor: verde. Imagen: Álvaro Bernis © AEEH

Un enfoque de salud que abarca la totalidad del ciclo vital: indicadores para su evaluación

El cambio de paradigma incorporó la necesidad de establecer un modelo de salud que incluyera la totalidad del ciclo vital, porque los procesos biológicos, sus procesos reguladores y los determinantes ambientales ligados a riesgo de enfermedad y muerte difieren a lo largo de las edades de la vida y tienen consecuencias acumulativas.

El ciclo vital humano se seleccionó así como una «unidad evolutiva», con una prolongada etapa de crecimiento y desarrollo, que funciona como un ensayo biológico de las condiciones ambiéntales en las que tendrán que reproducirse las mujeres para asegurar la persistencia de la especie. Somos una especie longeva, singularizada por el tamaño y la complejidad funcional de su cerebro, que permite el lenguaje articulado y el pensamiento consciente. Se ha sugerido que la evolución del cerebro (energéticamente muy caro de mantener) ha sido el determinante de nuestros prolongados ciclos vitales, con la inclusión de dos nuevas etapas (la niñez —o segunda infancia— y la adolescencia), que permiten el desajuste temporal en crecimiento y maduración entre el cerebro y el sistema reproductor, y la extraordinaria prolongación de última etapa de la vida (vejez). Durante la infancia y la niñez el crecimiento cerebral es muy rápido, frente al lento crecimiento del resto del organismo; en la adolescencia, cuando ya se ha madurado sexualmente, se producen importantes cambios funcionales ligados a la maduración cerebral. El mantenimiento de la capacidad funcional a edades avanzadas, es indicador de buena salud, y está condicionado por las condiciones ambientales en las que se se vive desdela primera infancia. La falta de sincronía entre el temprano y rápido crecimiento del cerebro y el tardío del sistema reproductor se debe al que el elevado coste energético del mantenimiento del cerebro (en torno 25% de la tasa metabólica basal en la etapa adulta) se multiplica en su etapa de crecimiento.

Conocer la variabilidad en tamaño corporal y en la funcionalidad de los órganos que caracterizan nuestros ciclos vitales, requiere disponer de indicadores cualitativos y cuantitativos a todos los niveles, y definir los puntos de corte que permitan diagnosticar un estado biológico inadecuado, o la presencia de enfermedad. Los puntos de corte se suelen establecen a partir a la media (o mediana)  poblacional ±2DE (desviaciones estándar), aunque en ocasiones se establecen valores concretos, como los 2.500 gramos del peso al nacer para establecer el Bajo peso.

Garantizar el cumplimiento de los ODS relacionados con salud implica que cada etapa de la vida, además de tener asegurados los recursos nutricionales adecuados y suficientes, debe estar protegida frente a los principales determinantes ambientales físicos, biológicos y culturales que  causan morbimortalidad diferencial por edad y sexo. De los cinco determinantes que incluye el ambiente físico (radiación solar, temperatura, altitud, contaminación del territorio, atmosfera, ríos y mares), los tres primeros han moldeado nuestra adaptación biológica, generando diferencias fenotípicas heredables, que abordaremos en la Galería de migración. [Cristina Bernis]