¿Son los valores de dimorfismo sexual reflejo de las desigualdades de género?
La variabilidad del tamaño del cuerpo en las poblaciones contemporáneas y de la estatura adulta, en particular, refleja la enorme plasticidad biológica y la influencia ambiental en las edades del crecimiento humano (fetal, infancia, niñez, adolescencia). Básicamente, los determinantes ambientales que contribuyen a las variaciones de la talla son la dieta (ingesta de calorías y nutrientes), el trabajo infantil y las enfermedades, que se ven condicionadas además por la disponibilidad de recursos y el acceso a los servicios básicos de salud y educación. Recientes investigaciones exploran si la estatura masculina es más plástica que la femenina en respuesta a los factores ambientales, y si las diferencias de altura media entre hombres y mujeres (dimorfismo sexual) cambiaron a lo largo de la historia. ¿Son los valores de dimorfismo sexual un reflejo de las desigualdades de género?
Diversas fuentes de datos de tallas adultas provenientes de restos arqueológicos, restos óseos, hospitales de maternidad, convictos, pasaportes, voluntarios de guerra y servicios auxiliares del ejército, además de las recientes encuestas nacionales de salud, muestran que los niveles de vida biológicos por género tienen impactos desiguales en la salud de hombres y mujeres y, a través de éstas, en las sucesivas generaciones. El dimorfismo de género cambió significativamente en el último milenio: después de llevar movimientos similares en la Edad Media, fue más visible durante el Renacimiento, la Revolución Industrial y sobre todo en el siglo XX. Con la mejora de las condiciones nutricionales incrementó la talla intergeneracional de hombres y mujeres y, asimismo, el dimorfismo sexual, fenómeno explicable en buena parte por el mayor incremento de la talla media masculina.
Las privaciones y las situaciones de estrés nutricional parecen tener efectos desiguales. Algunas investigaciones apuntan que los niños son más susceptibles que las niñas a los retrasos en el crecimiento y la maduración en entornos desfavorables. Esta evidencia apoya la hipótesis de ecosensibilidad diferencial entre hombres y mujeres, bien sustentada por la Biología humana o la Antropología física. Se ha documentado en las generaciones que vivieron su etapa preadulta durante la Guerra Civil y la posguerra española, que exhiben poco dimorfismo coincidiendo con la exposición a la desnutrición crónica durante la niñez y el estirón adolescente, etapas decisivas en el crecimiento.
Hay bastante evidencia que, bajo circunstancias excepcionales, la nutrición de las mujeres y de los menores en general se ha visto discriminada y en clara desventaja frente a la de los hombres adultos. Un ejemplo sintomático es el de las cohortes nacidas durante la Segunda Guerra Mundial, en que la talla de las mujeres de todas las edades y la de los menores sufrieron más que las tallas de los hombres adultos. En poblaciones del pasado, algunos estudios subrayan que las situaciones de estrés y crisis nutricional provocaron una mayor desigualdad en la distribución de los recursos alimenticios dentro de la familia, favoreciendo al hombre más que a la mujer y a los niños y chicos adolescentes más que a las niñas y chicas. Este fenómeno podría explicarse, en parte, por el predominio de un modelo tradicional del «varón sostén de la familia» («male-breadwinner») que se difundió durante la industrialización.
Recientes investigaciones con datos de las encuestas nacionales de salud (Health Examination Surveys recopiladas por la OCDE y del proyecto NCD Risk Factor Collaboration (NCD-RisC) muestran que en Europa la talla de los hombres y mujeres registró un importante crecimiento en el siglo XX y de forma muy notable desde la década de 1950, con la difusión del Estado del bienestar. El dimorfismo sexual también aumentó en Europa desde 1950 y en España pasó de 11 cm hasta 13 cm. El diferencial de altura por género en la población española aumentó significativamente desde 1940-50. La ratio de dimorfismo sexual, obtenida de dividir la estatura promedio masculina entre la femenina, pasó de un valor de aproximadamente 1,075 a 1,080 entre 1940 y 1996, según el trabajo de Cámara de 2018, al que corresponde la figura inferior.
Sin embargo, la relación entre desigualdad de género y dimorfismo sexual en la altura dista de estar resuelta. Un reciente estudio sobre Chile comparó el dimorfismo de la altura con los indicadores de igualdad de género y bienestar general entre 1955 y 1995. Se observó que la reducción de las diferencias de tallas entre hombres y mujeres estaba fuertemente asociada con una mayor igualdad de género y otros indicadores de bienestar, como la tasa de mortalidad infantil. Por ello, se requiere más evidencia antropométrica e investigación que identifiquen las desigualdades de género en términos de salud nutricional. [José Miguel Martínez Carrión]
Evolución del dimorfismo sexual (diferencial de talla media adulta hombres y mujeres) en España comparada con los países de la OCDE entre 1896 y 1996. En azul, los valores absolutos de dimorfismo (la diferencia entre la estatura promedio masculina y la femenina para una determinada cohorte o grupo de cohortes); en rojo, los valores relativos (o ratio) del dimorfismo sexual, obtenidos de dividir la estatura promedio masculina entre la femenina. Fuente: Cámara (2018) © Antonio David Cámara