La luna, la diosa y la comadreja
I Procreación
En este retrato vemos a dos Lucinas. Lotto retrató a Lucina Brembati: una mujer que espera quedar embaraza, dar a luz a un heredero vivo y sano, y sobrevivir ella misma. Las joyas y bordados conquiformes aluden al feto que crece en el útero de la madre como la perla crece en la concha. Su collar se asemeja a un cordón umbilical. Vemos a una aristócrata que cree en el poder del talismán bajo su mano izquierda: la comadreja en una cadena de oro (a veces también una marta o un hurón), atada al cinturón de la túnica, lo que crea una conexión simbólica con el abdomen de la mujer. El amuleto evoca el mito ovidiano de Lucina: la segunda Lucina retratada por Lorenzo Lotto.
Lu-CI-na, nos revela el jeroglífico de la luna que brilla en la oscuridad tras la mujer: Lucina, diosa romana del parto y de la luna. El astro marca el ritmo y los tiempos, y tiene sus ciclos como los tienen las mujeres. La luna ilumina en medio de la oscuridad de lo inescrutable, como inescrutable es la práctica de la procreación, y como también inescrutable es el desenlace de un parto o el favor o antipatía de la diosa: en el nacimiento de Hércules, Galantis, la partera de Alcmena, fue capaz de proteger a la parturienta de los maleficios de la diosa Lucina (por encargo de la celosa Juno) y nació el niño Hércules; como castigo, la enfurecida diosa transformó a Galantis en comadreja. En este animal se aúnan las cualidades de una comadrona fiel y lo necesario para un buen parto: es ágil, astuta y su cabeza pasa por los lugares más angostos. El mito de Lucina da esperanza y consuelo y recibe un cuerpo tangible: cobra vida a través del talismán sobre el propio cuerpo de la mujer. [Hannah Fischer-Monzón]