El hundimiento del sistema educativo
En 1989 Iraq destinó el 6,4 por ciento del gasto nacional a educación, el doble de la media de los países en desarrollo, un incremento financiero de 2,5 veces en una década. Durante las sanciones, el programa «petróleo por alimentos» de NNUU destinaba a la educación una cifra que no cubría ni el 10 por ciento de las necesidades educativas básicas. El 84 por ciento de los 10.000 centros del país necesitaban ser rehabilitados, y la mitad de ellos no eran aptos para la enseñanza. Un informe de UNICEF de 1998 indicaba:
«[El deterioro educativo] incluye la falta de los más básicos suministros tales como pizarras, tizas, lápices, cuadernos y papel, inaccesibilidad a cualquier clase de agua y saneamientos inexistentes o inutilizables. Algunos niños y niñas, privados en sus propios hogares de agua y comida antes de ir a la escuela, no han desarrollado la necesidad de usar un servicio; otros regresan a casa para poder hacer sus necesidades. Debido a la escasez, hasta cuatro niños y niñas pueden tener asignado un mismo pupitre: el día que han de sentarse en el suelo algunos padres no los envían a la escuela.
No hay presupuesto público para el mantenimiento de los centros. Ventanas rotas, tejados con goteras y letrinas y lavabos estropeados permanecen sin reparar. Incluso cuando hay suministro eléctrico, los niños y niñas aprenden en una atmósfera de luz sombría, escasa ventilación, de agua que gotea por techos de las aulas. Las amenazas a la salud y la seguridad en las escuelas y en su vecindad incluyen cables eléctricos desnudos, basuras, insectos y ratas y aguas estancadas provenientes del desbordamiento y rotura de las tuberías del alcantarillado. La mayoría de las escuelas carece de botiquín de primeros auxilios.» (pp. 87 y 88).
El CS de NNUU prohibió la importación de lápices por su mina de grafito, «susceptible de uso militar». Los precios de un cuaderno o de un lápiz eran inasumibles para la mayoría de las familias.