Los peligros de la cocina en Roma
II. La magia en la vida cotidiana de las mujeres
La literatura grecorromana representa a las dos grandes hechiceras Circe y Medea preparando pócimas, brebajes, bálsamos y ungüentos en el desempeño de sus prácticas mágicas. En objeto fundamental es esa elaboración es el caldero (véase la entrada «Medea, hechicera despechada») y los ingredientes necesarios para la cocción, además de la correcta dicción de la receta o el conjuro (véanse las tablillas de maldición tanto la griega como la romana), puesto que una receta y una maldición comparten la misma estructura sintáctica y morfológica: «échese, mézclese, agítese, déjese reposar, déjese en maceración, póngase a enfriar en la noche, etc.» en idéntica salmodia.
Esta escena mágica remite en Roma a un espacio físico real de la casa, la cocina, ocupada habitualmente por las mujeres, ya que solo allí se encontraba el hogar donde poner el caldero a cocer. Por ello, se afirma con razón que la cocina es un espacio marcado por el género, en el sentido que estaba habitado por mujeres y adonde raramente accedían los hombres. El caso es que en las casas ricas la cocina era territorio de sociabilidad entre esclavas y dueñas, en el que coincidían en la tarea común de elaborar los alimentos, pero también, y esto es muy relevante, de confeccionar remedios caseros para la cura de heridas o enfermedades menores.
En este contexto, el historiador romano Tito Livio (VIII, 8) ha transmitido el caso de una serie de muertes de maridos, hermanos y padres de la élite romana por una peste, de las cuales fueron imputadas las nobles romanas, delatadas por una criada. Cuando el edil encargado de la investigación llegó a la residencia de la acusada principal, halló restos evidentes de brebajes envenenados, prueba evidente de su culpabilidad. Aunque las nobles romanas allí reunidas se defendieron diciendo que se trataba de remedios, la delación de la criada y el hallazgo de veneno (posiblemente puesto allí por la misma criada) las condenó a la pena capital. El porqué se acusó a estas mujeres nobles de un crimen que con toda probabilidad no cometieron es cuestión debatida, pero en tiempos de carestía hombres y mujeres ancianos se convierten en un fardo social (recuérdese la matanza perpetrada en residencias durante la COVID 19).
Rosario López Gregoris