Los patios, espacios de apoyo
En la joven ciudad de La Línea los apoyos entre las familias fueron imprescindibles para salir adelante. José Sánchez explica:
«Los vecinos eran como familia. Cuando entraba ese Levante durante treinta días y los pescadores no podían salir a la mar, mi madre sacaba unos cazos y repartía de la olla. «Con un poquito más de agua se hace el avío», decía ella.»
Cuando La Línea se constituyó como población obrera muchos propietarios de las casas agrícolas las alquilaron compartimentadas, constituyendo algunos característicos patios de La Línea. Otros patios se formaron con casas o barracas agrupadas. En el centro se habilitaban pozos y letrinas comunitarias.
En los patios se hacía trueque y comercio a pequeña escala y muchas mujeres exponían el estraperlo. La madre de Teresa Almagro hacía de lectora: «De noche las vecinas se sentaban en el patio alrededor de mi madre y ella les leía novelas por entregas. Cuando había algo triste se lloraba en grupo y si se trataba de un suceso alegre se reía». Y se instalaban escuelas particulares. Antonio Casablanca estudió en una escuela habilitada en una habitación de un vecino de patio:
«Los veinticinco o treinta vecinos del patio tenían hijos en esa escuela. Aquel maestro había venido de la zona roja. Todos le apoyábamos. Mi madre le pagaba con tabaco y otras cosas de Gibraltar.»
En esta ciudad los patios han sido crisol de socialización y apoyos en la alimentación, el juego, el parto y la crianza, el intercambio de saber y en rituales relacionados con el ciclo de vida. También fueron un espacio de relación característico en Gibraltar; aunque su estructura espacial era diferente, dadas las limitaciones habitacionales en la colonia.