Los animales de Hécate

Los animales de Hécate
Siglo XIII. Comadreja en una edición medieval de ‘Sobre la naturaleza de los animales’. Algunas creencias de Roma sobre este animal pasaron a la tradición posterior. Se creía que estos animales eran impuros y que concebían por la oreja © ‘Bibliotheque Municipal de Douai’ (manuscrito 711) © Licencia 'Creative Commons' BY‐NC‐SA 4.0

Los animales de Hécate

III. Animales asociados a la magia

Algunos animales estaban especialmente unidos a la diosa Hécate. Desde Grecia, aparece representada con serpientes, reptiles conectados con el mundo infernal, pues se creía que eran los espíritus de los difuntos. También se la representaba en compañía de perros, y las leyendas en torno a este animal y la diosa fueron diversas.  En Roma, los perros tenían una consideración ambigua: por un lado, son recordados como fieles guardianes y como mascota (sobre todo a partir de época imperial), pero también como animales impuros a los que no se les permitía entrar a los templos. Además, estaban relacionados con el inframundo, pues incluso su guardián era Cerbero, el perro de tres cuerpos que custodiaba sus puertas y que es buen conocedor de la diosa. Sabemos por los autores romanos que el aullido de estos animales era señal de mal augurio. Animales como la cabra o el caballo también fueron propios de esta diosa de mil caras, que incluso podía adquirir sus formas. 

Otro animal de la diosa era la comadreja o hurón. El escritor Claudio Eliano, erudito del siglo III d.C. que escribió la obra Sobre la naturaleza de los animales, cuenta los siguiente: 

«He oído que la comadreja recibe el nombre de una cierta mujer que se llamaba así, de ahí que los griegos llamen a este cuadrúpedo gale. Aquella mujer era experta en hechizos y venenos, sumamente descarada y entregada al adulterio y la lujuria. Se dice que Hécate, airada con la mujer, la convirtió en esta bestia. Sea esta diosa sea benévola conmigo, que dejo esos cuentos a otros. Es evidente que esta bestia es muy dañina, que ataca a los muertos, y si no es repelida, les arranca los ojos y los devora. Se dice que, si una mujer lleva consigo los testículos de este animal, bien por engaño, bien por su voluntad, se anula la capacidad de concebir y la fuerza de su fecundidad(Claudio Eliano, Sobre naturaleza de los animales, libro XV. Traducción de Alejandra Guzmán Almagro.)

 

Alejandra Guzmán Almagro