La talla como indicador de desigualdad nutricional entre generaciones

La talla como indicador de desigualdad nutricional entre generaciones
1997. Talla de Jujora y Asma, nacidas el mismo año en una zona rural de Bangladés. La imagen muestra el impacto de la desnutrición infantil sobre la talla, indicador de desigualdad nutricional, entre otros factores. La línea negra señala los estándares de crecimiento normativos establecidos por la OMS. Juhora tiene una talla adecuada para su edad, pero Asma presenta un notable retraso en crecimiento (desmedro), consecuencia de su pobreza y privación nutricional crónica durante la primera infancia. Foto: Gilles Vauclair © Unicef

La talla como indicador de desigualdad nutricional entre generaciones

Numerosos estudios demuestran que la desnutrición, el trabajo infantil y el retraso del crecimiento afectan a la salud, al capital humano y a la productividad laboral. El último informe sobre el Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo. Protegerse frente a la desaceleración y el debilitamiento de la economía. 2019, elaborado por la FAO y otras instituciones internacionales, destacó que el número de niños y niñas menores de cinco años afectados por retraso del crecimiento en el mundo había disminuido un 10% entre 2012 y 2018. Dado que hay todavía casi 200 millones de niños y niñas con algún tipo de desnutrición y retraso del crecimiento, el avance es demasiado lento y lejos del objetivo de los ODS establecidos para 2030.

Pese a la pobreza y la malnutrición en los países de ingresos medios y bajos, persistente además en importantes áreas del mundo desarrollado por la creciente desigualdad, los avances en nutrición y salud han sido considerables. Así lo refleja la evolución de la altura media en los dos últimos siglos. Hacia 1850, la talla promedio de las poblaciones del continente europeo, que sufrían de malnutrición, mostraban una alta prevalencia de retraso en el crecimiento, principalmente en el mundo rural. El estado nutricional de una parte de los europeos de hace siglo y medio apenas difería del vivido por Juhora y Asma en el mundo rural de Bangladesh. Desde finales del siglo XIX, el incremento de la talla en Europa occidental ha sido espectacular, al principio por las mejoras de los niveles de vida (agua, saneamiento e higiene, principalmente) impulsadas por la Revolución industrial y, finalmente, por la difusión del Estado del bienestar.

La altura es un buen indicador del bienestar humano y la desigualdad nutricional, que correlaciona con la salud, la longevidad y los ingresos económicos, como muestra la reciente revisión A century of trends in adult human height. La altura adulta en los países industrializados se ha incrementado como promedio casi 11 cm. entre los nacidos de 1850 a 1980. La intensidad del proceso ha dependido del ambiente intergeneracional y el desarrollo económico de cada país. Como muestra la figura inferior, holandeses y españoles apenas se diferenciaban en alturas en las cohortes de 1846-50, siendo los primeros dos cm. más altos (165 cm. frente a 163). Pero los holandeses aceleraron su altura y la brecha entre hombres alcanzó 9,3 cm entre los nacidos de 1921-25. Pese al estirón protagonizado por la talla masculina entre las cohortes de 1950-80, la brecha siguió siendo alta, de 7 cm. entre los nacidos de 1996 entre ambos países. Tras un incremento de casi 18 cm. entre 1850 y 1996, los adultos holandeses son los más altos del mundo. (183 cm). Los españoles, con un incremento de 13 cm. en el mismo periodo han dejado atrás la desnutrición y se sitúan (con 176 cm) en los promedios de estándares modernos del crecimiento humano, en consonancia con la longevidad, una de las más altas del mundo. [José Miguel Martínez Carrión]

 

Evolución de la talla masculina en Holanda (en rojo) y España (en azul) en las cohortes nacidas entre 1841 y 1996. Imagen: Martínez Carrión a partir de NCD Risk Factor Collaboration (2016) y Martínez Carrión (2012) © José Miguel Martínez Carrión