La Maragatería, pasado y ¿futuro? del mundo rural

La Maragatería, pasado y ¿futuro? del mundo rural
2014. Transformación del mundo rural en La Maragatería. La Maragatería representa la realidad de la migración rural en Castilla y León, recurrente durante todo el siglo XX, pero irreversible a partir del momento en que las mujeres se incorporan como las grandes protagonistas del abandono. Imagen: Álvaro Bernis © AEEH

La Maragatería, pasado y ¿futuro? del mundo rural

La economía autárquica se mantuvo en La Maragatería entre 1900 y 19960, asociada primero con un patrón de migración masculina, temporal y por zonas próximas, para conseguir algo de dinero, combinada hasta antes de la Guerra civil con una migración a Latinoamérica, también mayoritariamente masculina. En ese periodo se registraron elevadas tasas de soltería entre las mujeres que quedaban trabajando la tierra y cuidando a los niños y niñas y a las personas ancianas. Tras una brevísima recuperación en torno a la Guerra civil, la migración se acelera con nuevas características, con la incorporación progresiva de las mujeres, primero conjuntamente con los maridos (dejando con frecuencia a los hijos al cuidado de abuelos y abuelas) para dirigirse a Europa o a Madrid y núcleos urbanos próximos, y después, cada vez con mayor frecuencia, solas. En 1879 había en La Maragatería 14.524 habitantes, que en 1970 se habían reducido a menos de 7.000 y en la actualidad a menos de 2.000.

Los patrones reproductores mantuvieron hasta después de los años sesenta del siglo pasado unas características muy tradicionales, fuertemente patriarcales, con un importante control de la elección de la pareja por las partes de las familias, preferentemente del mismo pueblo (el nivel de endogamia rondaba el 80%) y también entre parientes (el 18% de los matrimonios eran entre parientes). La fertilidad (4,4 hijos por mujer, casi duplicaba la media nacional en 1970 (2,8).

Las parejas de más edad, que habían completado su vida reproductora, compartían una reducida «eficiencia biológica», al perder la cuarta parte de sus descendientes antes de cumplir 20 años. Las pérdidas estimadas sobre el número de embarazos se distribuían de la siguiente manera: en la etapa prenatal, el 7,3%; en la infantil, el 15%; y en durante la etapa de crecimiento y maduración, el 3,3%. Los indicadores antropométricos y de maduración que caracterizan a las poblaciones rurales muestran las consecuencias de la escasez energética y nutricional a la que estuvieron sometidos los y las menores por las condiciones de sus madres durante sus embarazos, por la frugal alimentación que recibieron mientras crecían y por el intenso trabajo infantil y adolescente que debieron realizar.

La figura superior muestra la persistencia y transformación de los aspectos sociales, económicos y reproductivos que condicionaron la vida reproductiva de las mujeres entre 1750 y 1989 en un contexto de continuada migración. [Cristina Bernis]