La «Hipótesis de energía materna» de Martin

La «Hipótesis de energía materna» de Martin
2017. Mandril hembra ('Mandrillus sphinx') con su cría de dos meses, nacida en el Zoo de Madrid. Foto: Teresa Palacios © Teresa Palacios

La «Hipótesis de energía materna» de Martin

Robert Martin propuso en 1996 que el factor determinante del tamaño cerebral en especies mamíferas es la capacidad energética materna durante las primeras etapas del desarrollo de sus crías: «The brain is unusual among body organs in that most of its growth is completed at very early stage, and hence resources provided by the mother during pregnancy and lactation support the main phase of brain development» (p.154). El grado de encefalización de cualquier especie dependerá de la TMB de la madre y de la duración de la gestación y la lactancia. Es la denominada «Maternal energy hypothesis».

Martin demostró que en los mamíferos la TMB materna y la duración de la gestación están positivamente correlacionadas con el tamaño cerebral adulto tras ajustar por el tamaño corporal. En cambio, tras ajustar por la TMB y la duración de la gestación, la correlación parcial entre los tamaños corporal y cerebral adultos es mucho menor. La hipótesis de Martin también anticipa que la TMB materna y la duración de la gestación están correlacionadas negativamente, de tal manera que especies con bajos metabolismos basales tendrán gestaciones más prolongadas. Estudios posteriores, con mayores tamaños muestrales (como el ya referido de Isler y coautores de 2008), han confirmado la hipótesis de Martin, en concreto en primates. Por el contrario, no hay una correlación significativa entre la duración de la lactancia y el tamaño cerebral adulto tras ajustar por la TMB.

Las implicaciones de la Hipótesis de energía materna son transcendentales. Las asociaciones propuestas en primates entre tamaño cerebral relativo y variables ecológicas (por ejemplo, en relación con el tipo de dieta —frugívoros vs. folívoros— por parte de Clutton-Brock y Harvey en la década de los 80) y conductuales (la «Hipótesis del cerebro social» de Dunbar) deben revisarse como el resultado de estrategias adaptativas asociadas en primera instancia a los requerimientos energéticos maternos y el desarrollo cerebral de sus crías. Lo mismo ocurriría con las ventajas cognitivas que se atribuyen a un gran cerebro, y que asociamos a una mayor longevidad.

En el caso de nuestra propia especie, esta vinculación entre metabolismo materno y encefalización se sintetiza en la expresión «Cómo llegar a ser una hembra Homo erectus», que proviene del título del trabajo de las antropólogas Aiello y Key de 2002, dedicado a esta especie clave en nuestra historia evolutiva. [Carlos Varea]