La alimentación de la parturienta
IV El paso al mundo
Las representaciones pictóricas de los siglos XV al XVII tituladas «Nacimiento de la Virgen», «Nacimiento de San Juan Bautista» y otras similares, en realidad escenifican el puerperio o posparto de la mujer. En ellas no suele faltar una representación de los cuidados que tanto la parturienta como la criatura recibían por parte de la comadre y de las mujeres que habían asistido al parto. Entre aquellos no faltaba la alusión a los alimentos.
Los diferentes tratados médicos de los siglos XVI y XVII como los de Damián Carbón, Francisco Núñez, Ruices de Fontecha, Lobera de Ávila y otros no dejaron de dar recomendaciones y de sugerir diferentes viandas para favorecer la fecundidad, para mantener la salud de la embarazada, para facilitar el parto y para favorecer una rápida recuperación de la madre. No faltarán caldos y zumos («cocimientos» de garbanzos, «caldo de gallinas», «zumo de Granada»), vino y otros alimentos que, además de ser reconstituyentes y nutritivos, se creía que contribuían a la «purgación» o la expulsión de los malos humores tras el alumbramiento, a aliviar los dolores de útero (los «tuertos» o «la matriz salida») o a rebajar la fiebre o calentura, entre otros problemas; y también productos como leche, queso que ayudaban a que la madre pudiera amamantar a su criatura.
En la tabla de Benson, se aprecia, muy claramente algunos de estos elementos, como el imprescindible caldo que la que parece ser la vieja y experimentada comadrona ofrece a la recién parida; las porciones de pan y queso que sostiene en una cesta otra de las mujeres; o la jarra de vino que preparan dos de las jóvenes presentes. Una escena que revela la especial atención y el cuidado con la que se trataba a una embarazada y parturienta en el ámbito de una cultura femenina. [Jesús María Usunáriz Garayoa]