Factores climáticos, adaptaciones fenotípicas visibles y migración

Factores climáticos, adaptaciones fenotípicas visibles y migración
2014. Jóvenes hamar, valle del rio Omo (Etiopia), miembros de una población muy pigmentada, adaptada a territorio con intensa radiación solar © Survival International

Factores climáticos, adaptaciones fenotípicas visibles y migración

El clima es un aspecto persistente del ambiente físico que ocupamos, muy variable entre áreas geográficas por su latitud y altitud, y que genera tanto respuestas fisiológicas en individuos, como procesos adaptativos en poblaciones. Los determinantes de estrés climático local (temperatura, radiación solar y altitud) moldearon algunas de las más conspicuas diferencias biológicas visibles entre poblaciones, como la pigmentación, la morfología facial o la estructura corporal, que se utilizaron tempranamente para la «clasificación racial»  y que, con matizaciones, siguen siendo interpretadas de manera semejante por algunos gobiernos y por la mayoría de la población civil, a pesar de las evidencias proporcionadas por la investigación científica moderna.

Homo sapiens se originó en África ecuatorial, en un entorno caracterizado por una intensa radiación ultravioleta. La selección natural moldeó poblaciones ancestrales y de nuestra especie muy oscuras en torno al Ecuador, y poblaciones con pigmentaciones claras a medida que migraban fuera de África extendiéndose por Eurasia, tanto de nuestros ancestros (como se sabe ocurrió en los neandertales) como ya de nuestra especie. Algunos indicios sugieren que los procesos de despigmentación de las poblaciones humanas que entraron en Europa hace 40.000 años fueron diferentes de la que experimentaron los asiáticos orientales, que acabaron poblando América en torno a 20.000 atrás, lo que confirma las fuertes presiones selectivas asociadas a la  pigmentación de la piel.

La pigmentación en poblaciones humanas en un rasgo poligénico de expresión continua («clinal») que se deriva de dos procesos selectivos asociados a la intensidad de radiación ultravioleta A y B (UV-A y UV-B). En las poblaciones que residen en latitudes bajas la alta concentración de melanina evita que la radiación UV-A penetre hasta la dermis y degrade el ácido fólico (o vitamina B9), que es esencial en el desarrollo fetal y cuya deficiencia en embarazadas determina mortalidad intrauterina y graves patologías (por ejemplo, la espina bífida). En poblaciones residentes en altas latitudes, con limitada o escasa radiación solar, las pieles han perdido su pigmentación ancestral para permitir que la radiación UV-B penetre (gracias a la reducción de melanina) hasta la capa basal de la epidermis e inicie (al incidir sobre el cromóforo 7DHC)  el complejo proceso bioquímico que finaliza con la síntesis de vitamina D, que es esencial  para el mantenimiento del metabolismo del calcio y con ello de la osificación del esqueleto a lo largo de todo el ciclo vital, de tal manera que su inadecuada producción durante la infancia genera raquitismo y, en personas adultas, osteomalacia. [Cristina Bernis.]

 

1944. Escuela secundaria de Fen Ditton, Cambridge (Reino Unido). Durante el recreo, dos niñas y un niño reciben una cucharada de aceite de hígadon de bacalao como protección contra el raquitismo © Imperial War Museum (Londres, Reino Unido)