El poder de las serpientes
III. Animales asociados a la magia
Las serpientes son animales sagrados en muchas culturas, por sus sinuosos movimientos, su mirada hipnótica, su veneno y su capacidad de regeneración. Pueden ser consideradas la encarnación del mal, como la serpiente que tienta a Eva en la Biblia, o seres protectores, especialmente de la fertilidad y, por ello, relacionadas con lo femenino: en las zonas rurales alemanas se mantiene la creencia de que, enterrando los cabellos de una mujer menstruante, nacen serpientes; los tchokwé de Angola creen que una serpiente de madera en la cama matrimonial asegura la fertilidad de sus mujeres; con el mismo fin, los tupí-guaraníes del Brasil golpean las nalgas de sus esposas con una piel de serpiente.
Eran símbolo de inmortalidad por la renovación cíclica de su piel y también eran consideradas seres intermedios entre las fuerzas ctónicas y celestes: la serpiente es el dragón celestial chino que demuestra el origen divino del emperador o el dios serpiente Atum que se dirige a los infiernos según El libro de los muertos egipcio. Esta situación les daba un conocimiento superior que solo algunos elegidos podían utilizar, especialmente mujeres. La serpiente que se deslizó sobre la recién nacida Casandra, princesa troyana, le regaló el don de la adivinación. Y el protagonista del cuento «La serpiente blanca» de los Hermanos Grimm entiende el lenguaje de los animales, tras comer un pedazo del animal.
Eran instrumentos de enfermedad y también de curación por sus venenos y por su piel mudada, que en toda España recogían los campesinos para guardarla en saquitos y utilizarla en remedios y prácticas mágicas.
Por todo ello son compañeras de brujas y hechiceras, a las que aportan conocimiento del bien y del mal, y de la salud. En la imagen aparecen junto a una de las más importantes de la mitología griega, Medea (Véase la entrada «Medea, hechicera despechada»)
Begoña Ortega Villaro