El poblado obrero, eje del paternalismo industrial
Desde la segunda mitad del siglo XIX los poblados obreros fueron uno de los ejes del paternalismo industrial, en busca de rentabilidad económica para la empresa. Eran construidos cerca del espacio de trabajo (fueran obras, lugares de extracción o fábricas), contaban con viviendas diferenciadas según las categorías de trabajadores y tenían iglesia y unos servicios básicos de comercios, educación, salud y ocio.
La empresa Portolés y Compañía S.A., adjudicataria de la construcción de la presa de Los Hurones, tenía contratas en diversas obras de España (embalses, carreteras, túneles…). En cada una de sus obras construía poblados para los cargos y obreros especializados, y movilizaba personal y maquinaria entre las obras según sus necesidades. Asimismo creaba equipos de fútbol, instituía como patrona del poblado a la Virgen del Pilar y organizaba fiestas que incluían corridas de toros.
Aquellas personas que tenían más formación y responsabilidades en la obra tenían también más atribuciones para decidir y ordenar sobre la vida en la comunidad. En el poblado de Los Hurones el ingeniero Vicente Aycart Benzo además de dirigir la obra tomaba decisiones relacionadas con la vida cotidiana. Esto garantizará un mínimo conflicto social y laboral, objetivo importante en una zona aislada y montañosa con formas de sustento perseguidas como el estraperlo y el contrabando (en la ruta entre la colonia de Gibraltar y las poblaciones de Cádiz y Sevilla) y la persistencia de guerrilleros antifranquistas.