El contrabando, industria y cultura
Al igual que en otros espacios fronterizos, los grupos sociales dominantes a ambos lados de la frontera entre La Línea y Gibraltar ejercieron contrabando a gran escala y con un mínimo riesgo personal, apoyándose en la población local. La industria del tabaco de la colonia —como otras industrias— ahorraba en transporte y en aranceles, y obtenía beneficios gracias a las grandes desigualdades sociales en la comarca.
En El Campo de Gibraltar el contrabando a pequeña escala se insertaba en redes de transporte legal, en la recova, en los pequeños comercios y en el trueque. Al tener un alto coste personal, se escogía cuando no había opciones menos arriesgadas, o como fuente de ingresos complementaria. Su éxito descansaba necesariamente en la aceptación implícita y en la protección de la comunidad. Los trabajadores españoles en Gibraltar completaban su salario haciendo de porteadores de mercancías que llegaban a Gibraltar y adulterando tabaco, jabón y otros productos preciados en España.
Las niñas y los niños de la comarca jugaban a «contrabandistas y carabineros», o «juego de los matuteros», en el que el grupo de carabineros persigue a los contrabandistas o mochileros. La cultura del contrabando se transmite también a través de la literatura oral. La siguiente copla de chacarrá, fandango típico de El Campo de Gibraltar, fue recogida por la Asociación Litoral:
«Tienes una cinturita
que parece un contrabando,
que tos los contrabandistas
andan por ella penando».
Y ésta de Francisca Aguilar alude específicamente al estraperlo por las mujeres:
«Debajo de la capa de Luis Candela
se lleva el estraperlo la Micaela.»