Diversos orígenes, recorridos de vida similares
Los hombres y mujeres que nos han hablado de su vida cotidiana llegaron de lugares diversos: Andalucía, Extremadura, Castilla… Entre 1949 y 1953 un grupo de obreros especializados a quienes llamaban los maños construyeron el poblado donde alojaron a parte de los trabajadores. Algunos técnicos y peritos venían de Cataluña, otros de Madrid; y contrataron alrededor de ochenta canteros gallegos. Venían acompañados de sus padres y hermanos, a veces también de sus abuelos o abuelas, pues los lazos familiares eran garantía de estabilidad y soporte.
Sus recorridos de vida en la larga posguerra franquista convergen en el hambre y la escasez. Nos hablan de la alta mortalidad infantil, de la incidencia de enfermedades transmisibles y de sucesivos traslados hacia ámbitos laborales diversos, sumados al trueque y la ayuda mutua como formas de resistir. Manuel Contreras nació en 1938 en Arcos de la Frontera. Con la guerra su padre se trasladó a una venta en el monte y hacia 1942 arrendaron una huerta. La presencia de los maquis complicó su situación, y en 1944 se trasladaron a Algar, donde pusieron una tienda de matanza. En 1948, con apenas diez años, Manuel trabajaba con un señor de Algar que hacía helados y castañas cocidas. En 1951 la familia se trasladó al pantano en construcción, donde pronto él empezaría a trabajar como tornero.
Algunas familias que llegaron a Los Hurones procedían de obras similares. Carmelo Cantillo (Santa María de Nava, Badajoz, 1938), que posa en la fotografía junto a su hermana pequeña, tenía ocho cuando años su familia se trasladó al pantano de El Pintao en Sevilla, a cuarenta kilómetros de su pueblo. En esa obra trabajaron su padre y su hermano mayor. Allí también la empresa constructora había edificado un pequeño poblado de casas, pero ellos vivieron en un chozo, como la mayoría de familias trabajadoras. En 1951 se acabó su trabajo en El Pintao y se desplazaron a Los Hurones.