De la «Declaración de los Derechos del Niño» a la «Convención sobre los Derechos del Niño» de 1989
En 1959, Naciones Unidas había aprobado una «Declaración de Derechos del Niño», pero esto no era suficiente para proteger los derechos de la infancia y la adolescencia porque, legalmente, el documento no era jurídicamente vinculante. Por eso, el gobierno de Polonia presentó, en 1978, un texto a la Comisión de Derechos Humanos que se considera el antecedente de la «Convención sobre los Derechos del Niño» (1989). La cuestión fundamental era si realmente el derecho positivo necesitaba disponer de un Convenio Internacional sobre Derechos de la Infancia o si, por el contrario, los derechos de los niños y niñas podían considerarse, simplemente, Derechos Humanos. Tras diez años de trabajo y arduas negociaciones con gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, ONG y otras instituciones se logró aprobar el texto definitivo de la Convención cuyo cumplimiento sería obligatorio para todos los países que la ratificasen. El documento es extremadamente cuidadoso a la hora de hacer compatibles la universalidad de los derechos de la infancia con el respeto y la defensa de las diferencias culturales. Por ello, tiene en cuenta la importancia de los valores tradicionales y culturales para la protección y el desarrollo armonioso del niño, refleja los principales sistemas jurídicos del mundo y reconoce las necesidades específicas de los países en desarrollo. Se convirtió en ley, en 1990, después de haber sido ratificada por veinte países, entre ellos España. En la actualidad está ratificada por todos los países, excepto Estados Unidos. El 20 de noviembre se celebra en todo el mundo el Día Mundial del Niño para conmemorar la aprobación, en 1989, de la «Convención sobre los Derechos del Niño».