Creando identidad en la diversidad cultural
Una parte de los trabajadores de la presa de Los Hurones eran de origen gallego, y mantuvieron su cultura: hablaban en gallego entre ellos, preparaban platos tradicionales gallegos y hacían sus fiestas. Virgilio Pais (Negreira, A Coruña, 1946), que llegó muy pequeño a Los Hurones, afirma:
«Nosotros cultivábamos grelos y col gallega; trajimos de Galicia las semillas. Mi padre cogía sacos de bellotas para criar los cochinos; los mataban, salaban los tocinos, metían la carne en manteca y hacían chorizos y jamones. Preparábamos caldo gallego y filloas (tortitas de harina y agua o caldo). Cuando había fiesta en Los Hurones en mi casa se juntaban muchos gallegos. Mi padre tocaba una gaita que tenía y se ponían a cantar muñeiras y rianxeiras».
Las familias del pantano iban a las fiestas de Algar, si tenían ocasión. Dos días al año la empresa Portolés y Compañía S.A. organizaba fiestas en los poblados obreros de su contratas: el día de la Virgen del Pilar, patrona de Zaragoza, ciudad de origen de los socios principales de la empresa; y el día 18 de julio, fecha del golpe de Estado que desembocó en la guerra de 1936-1939, en que se celebraba la llamada Fiesta de Exaltación del Trabajo.
El equipo de fútbol de la empresa Portolés y Compañía S.A. era llamado popularmente Los Hurones. El campo de fútbol era de tierra y lo hicieron los propios aficionados fuera de las horas de trabajo. Un delineante que era profesor de educación física los entrenaba dos veces a la semana, de seis a ocho de la mañana, y jugaban los domingos.
Además surgieron tradiciones que nos hablan de la necesidad e inquietud humana de hacer lazos. Los jóvenes hacían romerías al caserío de La Alcaría acompañados del sacerdote, y por el mes de mayo se institucionalizó la fiesta de Roar los Huevos, tradición que hoy día se practica en diversos lugares de España, llevada a Los Hurones por algunas familias extremeñas. Virgilio Pais explica: «Íbamos andando como en romería al llano de La Jarda, se llevaba la comida y se echaba un día de campo. Cogíamos huevos cocidos y se roaban ladera abajo. Al roar los huevos se pelaban solos. Bajábamos a por ellos ¡y a comérselos!».