Bolos castellanos

Bolos castellanos
1980. Bolos castellanos. Comarca del Ocejón (Guadalajara), autor desconocido. Fotografía de José Antonio Alonso Ramos © Archivo Escuela Provincial de Folklore

Bolos castellanos

Los primeros datos de los juegos de bolos en la provincia de Guadalajara datan de los años de la repoblación, en el siglo X. Traídos por los pastores norteños, su práctica es generalizada en todos los pueblos de la Sierra Norte de Guadalajara, sobre todo en los atardeceres de verano, en las fiestas y en cualquier ocasión propicia.

La explicación que incluimos a continuación está extraída del texto Juego de los Bolos de Octavio Mínguez. El juego consiste en el lanzamiento de una bola de madera maciza, de unos 12 a 14 centímetros de radio y tres kilos, contra unos palos de forma cónica, llamados «bolos», de unos 50 centímetros de longitud y cuatro centímetros de diámetro en la base. Las maderas más utilizadas son el nogal, fresno y olmo para las bolas, y el chopo y acebo para los bolos.

La cancha, llamada el «juego de bolos», es de tierra, rectangular, con la superficie plana y limpia, generalmente emplazada en un lugar céntrico. Las medidas varían grandemente de unos pueblos a otros, pero están comprendidas entre 10 por cinco metros y 20 por ocho. La superficie se delimita por maderos lo más rectos posibles. El terreno de juego puede considerarse dividido en tres partes: una central donde se colocan los bolos y dos extremas, comprendidas entre las maderas del fondo y unas líneas marcadas en el suelo, llamadas «cinque».

Los bolos se disponen en tres filas de a tres, con una separación aproximada de tres metros entre bolos, y de dos metros entre filas. En algunas canchas de tamaño reducido, solo se ponen dos filas o carreras.

Antes de comenzar el juego se sortea entre los equipos, que normalmente se componen de cuatro o cinco jugadores, la «manda» o derecho a fijar las condiciones de la tirada, es decir, el lugar y la manera en que ha de tirarse la bola. Sorteada la manda, comienza a tirar el equipo contrario al que puso las condiciones, haciéndolo éste a continuación. Una vez que hayan tirado todos los jugadores comienza una segunda tirada en sentido contrario a la primera realizada, desde el sitio preciso en que quedó la bola a la ida y respetándose el orden de la primera tirada. Ésta segunda tirada se denomina «birle».

Aunque es difícil recoger en un solo reglamento las distintas variaciones que presenta el juego, hay cuatro reglas comunes a todos los pueblos. La primera, que el jugador no podrá mover el pie del sitio exacto de la manda o el birle, en tanto no pare la bola, o pase del cinque; la segunda, que el jugador no podrá apoyarse en ningún sitio, con la mano o brazo no utilizados para el lanzamiento; la tercera, que la bola debe sobrepasar en la tirada de ida la línea del cinque; y la cuarta, que la bola no puede cruzar de carrera o calle, al tirar desde la manda.

Las faltas cometidas contra estos cuatro artículos se denominan «micha» e implican la eliminación del jugador infractor, no contabilizándose los bolos derribados por éste en esa manda. Otras reglas bastante generalizadas, aunque no universales, son que no se contabilizan los bolos derribados por otro bolo en la tirada de ida, o que cuando la bola tirada desde la manda rebota en la madera del fondo y retrocede hasta entrar en el área de los bolos, se birla desde cualquier punto de la zona de birle, pegado a la madera y detrás del cinque.