Amuletos contra el mal de ojo
V Acogida y primeros vínculos
El Diccionario de Autoridades (1737) recoge la definición de «mal de ojo» o fascinio como el «accidente que se padece y dicen ser ocasionado de la vista de alguno, que ha mirado con ahínco, o que tiene algún vicio en ella, lo que más regularmente sucede a los niños por tener más ligera la sangre». El uso de dijeros o cinturones con objetos de coral, higas y otras figuras de azabache, crucecitas, agnusdei, dientes de jabalí, garras de tejón, campanillas, etc. (todos ellos presentes en el retrato), es conocido entre los niños de la casa de Austria, y especialmente desde los tiempos de Margarita, esposa de Felipe III. Lejos de ser considerado una superstición popular, su uso era aceptado por la medicina (como recuerda Ruices de Fontecha en sus Diez privilegios para mujeres preñadas, 1606) que entendía el mal de ojo (el fascinio natural, a diferencia del provocado por el demonio) como algo real, que afectaba sobre todo a los recién nacidos durante la lactancia, y que definía como el acto de «comunicar una maligna y perniciosa cualidad mediante vapores y exhalaciones corrompidas, o por sus primeros principios, sangre y simiente)» (fol. 196v). [Jesús María Usunáriz Garayoa]