Febrero 2020

Nuevas perspectivas de nuestro lugar en el universo

El 10 de Diciembre del pasado año se hizo entrega del Premio Nobel de Física a Michel Mayor y Didier Queloz (premio compartido con el cosmólogo James Peebles) por el descubrimiento en 1995 del primer planeta fuera de nuestro Sistema solar, 51 Pegasi b. Este es uno de los grandes descubrimientos del pasado siglo y en contra de muchos otros de los ocurridos en ese periodo, es fácil entender que el eco que tuvo en el público general fuera enorme e inmediato. Saber que los puntos de luz que vemos en el cielo todas las noches tienen planetas orbitando a su alrededor es algo que dispara nuestra imaginación. Nos da una nueva perspectiva de nuestro lugar  en el universo y abre un nuevo horizonte de posibilidades

En el momento en que 51 Pegasi b fue descubierto, la existencia de planetas extrasolares era algo de lo que se tenía pocas dudas en la comunidad científica pero conseguir realizar las observaciones que confirmaran esto planteaba increíbles retos tecnológicos. No puede resultar muy sorprendente por tanto que, en el mundo en que vivimos, detrás de este descubrimiento hubiera una carrera tecnológica en la que distinto grupos científicos internacionales fueron desarrollando mejores instrumentos y técnicas que les permitieran confirmar lo que muchos esperaban. Finalmente, fueron Michel Mayor y Didier Queloz los que, apostando fuerte por su idea, consiguieron detectar el primer planeta antes de lo que muchos esperaban.

Tras el primer descubrimiento y auspiciados por un gran apoyo popular se iniciaron varios programas más ambiciosos de búsqueda de planetas en los que gracias al trabajo de decenas de científicos se han seguido expandiendo los límites técnicos alcanzables por el ser humano. Gracias a este esfuerzo, a día de hoy conocemos más de cuatro mil planetas extrasolares confirmados y los modelos que explican cómo se crean y evolucionan los planetas alrededor de las estrellas han avanzado enormemente. Aun habiendo explorado solo una pequeña región de nuestra galaxia sabemos con seguridad que los planetas no son algo raro o exótico en absoluto.

La carrera por estudiar la composición de estos exoplanetas en detalle, encontrar el primer planeta gemelo a la Tierra y por qué no, detectar las primeras trazas de biomarcadores, ya ha empezado y nuevas generaciones de científicos trabajan para alcanzar estos logros. Durante los próximos años las noticias acerca de nuevos planetas y de lo que encontremos en ellos van a llenar titulares, acaparar tiempo de televisión y ser tendencia en internet.

Pero es importante recordar que todo esto lo vamos a poder hacer sin movernos de los alrededores de nuestro planeta Tierra. El único planeta en el que por el momento, sabemos que hay vida. Y es que el más cercano de estos planetas extrasolares se encuentra a varios años de luz de la Tierra. Esto son muchos billones de kilómetros y, lamentablemente, hacer este viaje se encuentra muy lejos de lo que podemos soñar, ya no solo por los numerosos retos técnicos que deberíamos superar sino sencillamente por la inmensa cantidad de energía necesaria para hacerlo. No es sensato poner nuestras esperanzas en viajar a estos planetas y mucho menos como solución a ninguno de nuestros problemas: nuestro futuro está ligado al futuro del planeta Tierra.

La imagen de la Tierra que acompaña este texto ha sido realizada desde el satélite DSCOVR, a un millón y medio de kilómetros de nosotros. Uno de los objetivos de este satélite es el estudio del calentamiento global, considerado a día de hoy una de las mayores amenazas a corto plazo para la humanidad. La misma cultura que ha hecho posible el descubrimiento de planetas fuera del Sistema solar, es también responsable de importantes problemas en nuestro planeta. Y quizás uno de los peores efectos derivado de los éxitos científicos de las pasadas décadas es que una parte de la población del primer mundo no se siente amenazada por muchos de estos problemas globales. Si el problema es realmente grave, se espera que alguien encuentre a tiempo una solución que no afecte en gran medida nuestra forma de vida. Pero es conveniente tener presente que no todas las carreras científico-tecnológicas que la humanidad ha emprendido han tenido éxito y, obviamente, de estas no se oye hablar tan a menudo.

 

José Oñorbe, astrofísico, es actualmente profesor en la Facultad de Física de la Universidad de Sevilla a través del programa Beatriz Galindo, tras haber trabajado en la Universidad de California Irvine, en el Instituto Max Planck de Astronomía en Heidelberg y la Universidad de Edimburgo. Su investigación se centra en el estudio de la formación y evolución de galaxias en el Universo, su estructura a gran escala y la cosmología.

La imagen que ilustra esta Pieza del mes es una composición de diversas fotografías de la Tierra tomadas con distintos filtros el 27 de junio de 2019 por la cámara EPIC (Earth Polychromatic Imaging Camera, Cámara de imágenes policromáticas de la Tierra). Esta cámara está montada en el satélite DISCOVR (Deep Space Climate Observatory, Observatorio climático del espacio profundo), que desde 2015 está situado a un millón y medio de kilómetros de la Tierra en dirección al Sol. La cámara EPIC toma varias fotografías al día del lado iluminado de la Tierra con fines científicos y muchas de ellas son hechas públicas por la Nasa en una página específica de este dispositivo. A día de hoy, DISCOVR se encuentra pausado debido a una anomalía en el giroscopio láser ocurrida a finales de junio de 2019. Se espera que DISCOVR vuelva a estar operativo a principios del próximo mes de marzo de 2020.